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Historias


WILSON & MARGARITA


Hoy Margarita parece muy agitada, se dice Wilson cuando llega al Cyber Bytes. Ella ni siquiera le dijo "Hola". Ella está mezclando la masa de torta, mirando al vacío.

—¿Qué te pasa, Margarita? —la pide su amigo.
—...¿Mmh?
—Te ves preocupada. ¿Puedo ayudarte?

Margarita deja de mezclar. Ella intenta sonreír un poco para tranquilizarlo.

—Perdón, Wilson. Estoy pensando en mi boda.

Él conoce este sentimiento. Su boda con Sofía fue maravilloso, pero prepararlo fue muy difícil. Especialmente para él, porque quiso que todo fuera perfecto.

—¿Necesitas algo?
—Gracias, pero no creo que sepas mucho de eso… —responde Margarita.

Ella se va, y vuelve rápido al lado de Wilson con una revista.

—Estaba buscando mi vestido de novia. No encontré nada, hay tanto que no sé cuál elegir.

Wilson ríe un poco. Su amiga no sabe por qué.

—Soy un experto en el tema, Margarita. —dice Wilson con alegría—. Me gustaría ayudarte.
—¿De verdad?
—Sí, ¡claro! A Sofía no le encantó esto tampoco. Fue yo que encontré su traje sastre para nuestra boda. Voy a ayudarte.

A Margarita se le ilumina la cara. Ella se acerca a Wilson para abrazarlo.

—Gracias Wilson, me estás salvando. Lo aprecio mucho.
—No hay de qué. Me hace feliz.

Margarita deja de abrazarlo, y le da una sonrisa traviesa.

—¿Quizás podrías ayudarte a Paul también? No encontró sus trajes de novio tampoco, ¿sabes?

Wilson balbucea en vez de responder. Margarita reventa de risa. Ella pone su mano sobre la suya.

—Era una broma, no te preocupes. Paul compró los trajes ayer.

Wilson suspira. Él aprecia mucho Margarita, pero hay cosas que superan sus fuerzas.


SOFÍA & SEGUNDO


El hermano gemelo de Segundo se ha hecho una amiga. Paul explicó a su familia muchas veces que ella fuera una amiga y nada más. Pero cada vez que una mujer se acerque a su Paulito, Brigitte siempre cree que ella es una novia suya.

Segundo es un hombre inteligente. Él sabe que su hermano nunca se acerque a nadie, mucho menos a las mujeres. Entonces, Segundo piensa que esta "Sofía" no existe para nada. Nunca la vio. Paul siempre sale de la casa para verla. Su hermano mayor está escondiendo algo.

Hoy, Brigitte se fue para arreglar algo en la universidad. Resulta que una alumna quiere verla. Paul y Segundo están solos en la casa, y como siempre cada uno queda en su habitación.

En las cuatro, alguien llama a la puerta.

—¿Quién será? —se pregunte Segundo.

Paul no baja para abrir la puerta, obviamente. Segundo mira por la ventana para saber quién está ahí.

Hay una señorita parada enfrente de la puerta. Ella parece de su edad. Tiene los ojos oscuros, el cabello rojo y trenzado. Está sonriendo mucho. Segundo se queda muy perplejo. Es la primera vez que vea a esta señorita.

Segundo sale de su habitación, coge los lentes de su madre en el baño y se apura para tomar las escaleras.

—¡Hola! —dice la mujer que está esperando afuera, después de que Segundo abre.
—Hola… Sofía.

Ella no reacciona. Sin duda ella es Sofía, como él lo pensó.

Entonces Sofía existe, y Paul dijo la verdad. Sofía existe… Pero ella no puede ser su amiga. Paul no tiene amigos. Él es demasiado amargo. Es un gruñón, un malgeniado.

Segundo y Paul son gemelos idénticos. ¿Cuántas veces la gente llamó a Paul con el nombre de su hermano? Por eso Segundo cogió a los lentes. Los secretos de Paul y de esta Sofía van a salir a la luz.

—¿Por qué viniste, Sofía?
—Quiero hablar con tu hermano. —contesta la futura científica.

Segundo no la entiende.

—¿Mi… mi hermano?
—Sí, he venido por Paul. Me sentí sola y me aburrí mucho. Podríamos tal vez pasar un ratico juntos. —dice Sofía con una sonrisa—. Es un placer conocerte, Segundo. Paul no me había dicho que tú uses lentes también. ¡Son tan parecidos!

Segundo no tiene palabras. Es la prima vez en su vida entera que alguien no le confundió con su hermano.

Segundo ahora no sabe quién es esa Sofía, y por qué esta mujer es la amiga de Paul. Pero algún día lo va a entender, se lo jura.


DOCE & DELFINA


Delfina simplemente quería ir al baño después de su clase de matemática. Pero ella encuentra algo extraño adentro.

—Dulce, ¿qué te pasó? —dice Delfina.
—Ca...lla...te…huma...na...

Doce está sentando en el suelo. Hay electricidad haciendo ruido en su brazo derecho, y en su mejilla también. Parece que ella no pueda levantarse.

—¿Te mojaste? Ay, ¿por qué estás en el baño?… Estás más tonta de lo que pensé.

La boca de Doce no se abre para responder. Le pone un poquito nerviosa a Delfina. Pero la humana es lista y ella sabe cómo arreglar este tipo de problema. Es la mejor amiga de un androide que haya tenido muchos bugs en su sistema.

—No te muevas.

Delfina se quita el suéter del uniforme. Empieza a secar las partes de Doce que están mojadas con mucho cuidado.

—No acepto que una humana me ayuda. Fuera de aquí.
—Es demasiado tarde para esto, ¿no te parece? Déjame hacerlo. Terminaré en un ratico.

Doce no se mueve. Empieza un análisis de su sistema. Quizá esa humana esté haciendo daño a su carcasa de última generación. A su mamá no le va a gustar para nada.

—A ver. ¿Ya te sientes mejor? —pregunta Delfina.
—No tengo sentimientos, humana. Soy perfecta, a diferencia tuya.

El sistema de Doce ya funciona perfectamente, dice el análisis. El androide anda a la puerta para salir de este lugar peligroso.

—¡De nada! —aclama Delfina.
—Gracias, humana. Serviste a alguien por primera vez en tu vida.
—¿Sabes algo, Dulce? A mí no me importa que tú no quieras a los humanos. Siempre voy a ayudarte si te metes en problemas. No voy a permitir que ningún androide se lastima.

Doce deja de andar. Y después abre la puerta y sale del baño, no diciendo nada más.


BRIGITTE & INÉS


Inés y Brigitte entran en la cocina con platos sucios. Están un poco achispadas después de la cena que organizó Brigitte en su lugar. Fue una manera de conocer a la familia de Sofía, la amiguita de su niño favorito.

—¿Qué haces? —pide Brigitte a la mamá de Sofía.

Inés metió los platos en el fregadero, y abrió el chorro. Ella mira a Brigitte.

—Voy a ayudarte con eso.
—Mmh mmh. —objeta Brigitte—. Soy una científica, he diseñado robots para hacer ese tipo de tarea.
—¿De verdad?

Brigitte muestra la puerta de la despensa.

—Cuando se vayan, mi androide Jaime se ocupará de todo.
—Brigitte, ¿es en serio?
—¿A que te refieres?
—Los… robots. Creí que fue un sueño de mi hija, pero ¿me estás diciendo que ellos pueden lavar los trastes y todo esto?
—Por supuesto. En algunos años podrán hacer mucho más.

Inés se ve impresionada. Pero hay una pregunta que queda en su mente.

—Y… ¿Crees que algún día los robots podrán tener sentimientos?
—Para nada, Inés. —contesta Brigitte, riendo—. Son máquinas y nada más.
—¡Claro! ¡No quiero que mi lavadora sienta alegría ni miedo! —dice Inés, ya que se siente más tranquila.

Las mujeres escuchan risas de la sala de estar.

—Tu hija es tan creativa. —dice Brigitte—. Qué raros sueños tiene.
—Tu hijo también dije algunas cosas raras, ¿no?

Brigitte mira la otra mujer. Quizás dijera una cosa mala, piensa Inés. De repente Brigitte empieza a reír.

—Tenemos hijos bastante particular, ¿no?

Inés asienta, y ríe también.


KASSANDRA & DÓMINUS


Una mujer de edad abre una puerta con la mano modificada. No debería poder entrar, hay una clave especial para entrar. Pero su plan funcionó perfecto. Ahora está en el laboratorio. Hay un huevo aquí que sea tan grande que un adulto podría estar dentro.

Justamente, hay un adulto adentro. La mujer lo mira con disgusto. A ella no le gusta su piel y su traje azul. Tal vez Sofía sea una gran científica, pero su último androide le parece muy feo.

Con cuidado, la mujer se acerque a la computadora que esté en la mesa. La enciende, e intenta ingresarlo con la contraseña que haya descubierto.

¡Listo! Lo logró. Hoy es el momento de arruinar a Sofí…

—¿Quién está aquí? —dice una voz muy grave.

La mujer pulsa una tecla rápidamente. Una pantalla de carga aparece. Ella tiene cinco minutos. Ahora nada puede parar lo que hizo.

—Hola, mi querido Dóminus. ¿Cómo estás?
—¿Por qué no puedo mover? —grita el androide—. ¿Qué hizo?
—No te asustes, chiquito. Soy como tu nueva mamá.

La mujer pone su mano sobre el huevo, al lado de la cara de Dóminus.

—Me llamo Kassandra.
—¿Kassandra? —dice el androide—. Mi madre me dijo que usted es mala.
—Por supuesto. Sofía siempre estaba celosa de mí. Pero no soy mala, sólo soy inteligente.

Kassandra muestra el pecho de Dóminus.

—Hay una cosa ahí que te voy a quitar. Es como una enfermedad. Soy la que va a aliviarte, chiquito. Tú me agradecerás.
—¿Mi corazón? Es lo más importante que tengo.
—No es verdad, mi querido Dóminus. Sofía cree esto porque su corazón nunca sufrió. Siempre hace daño a los corazones de los demás.

La científica cierra los ojos, pensando en algo que Dóminus no sepa.

—Mi madre nunca podría hacer esto. Usted es mala y una mentirosa.
—Tu madre no sabe nada de androides. En un par de minutos, vas a ser hijo mío. Vas a ser el mismo que yo.

Kassandra mira la pantalla de la computadora. Es escrito que falta solamente un minuto.

—Nadie debería tener corazón. Vas a ser perfecto, mi tesoro. Espero mucho de ti.

Kassandra mira a Dóminus, y después se va del laboratorio. Una lágrima roda por su mejilla.

Dóminus grita. Su corazón se rompe en millones de trozos.


CLARA & PAUL


A Clara su tío Paul le parece muy, pero muy aburrido. Él es agradable con su mamá Sofía, claro, pero no con su papá Wilson. Mamá siempre dice que Paul es su amigo de toda la vida y que Clara puede confiar en él.

Hoy es el aniversario de bodas de Sofía y Wilson. Para celebrarlo, elles se fue a un restaurante. Ni abuela Inés ni abuela Emilia están aquí para cuidar a Clara. Por eso, ella queda a casa de Paul.

Se nota que Paul no se siente cómodo con los niños pequeños. Ha dado a Clara un trozo de papel y dos lápices y se fue en su laboratorio secreto. Al menos ha dejado la puerta abierta.

—¿Paul? —le pide Clara, casi gritando.
—¿Qué quieres, nena?
—Quiero helado. ¿Me compras alguno?

El científico continúa a hacer su invención. No la mira para nada.

—No, nos quedamos aquí. Hay muchas cosas que me tenga que hacer. Puedes tomar algo en la nevera si quieres.

Clara se levanta y anda para la cocina. Pero la niña es demasiado pequeña para abrir la puerta de la nevera. Ella se sube a una silla para ver si hay comida en la mesa. Aquí ve a un tostador extraño: tiene una mano, cuatro rodachinas y un reloj electrónico.

Clara está feliz porque por fin encontró algo que se parece a un juguete. Extiende sus bracitos para tomarlo.

Un ruido muy fuerte resuena.

—¿Qué pasó? —grita Paul.

Paul corre al lado de la niña. Por suerte, ella no cayó. Clara está todavía en la silla, pero el tostador está en el suelo y parece dañado. Paul levanta a la niña y le da un abrazo.

—Dejé caer el tostador.
—Lo veo, Clarita. ¿Te lastimaste?

A Clara se le ocurre algo. Es la reina de las lágrimas de crocodilo.

—Sí, tengo miedo. —le dice llorando.
—Era yo el que debería llorar. Mi Roby se convirtió en chatarra.

Clara continúa de llorar con más intensidad.

—No fue mi intención. ¡Perdón!
—Ya, ya. No te pongas así. —gruñe Paul—. ¿Sabes qué? Vamos a la heladería. Quizás esto te tranquilizaré.

La niña deja de llorar de repente.

—¡Súper! Eres mi tío favorito, ¿sabes?

Clara salta de sus brazos y corre por la puerta. Paul se dice que ni Sofía ni Wilson tiene hermanos. También piensa que esa niñita es más avispada que él hubiera creído.


LOLI & ANDRÉS


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Andrés estuvo al punto de comer su sándwich, sentando en su banco favorito en el parque cerca de su nueva casa. Pero una chica se lo impidió.

—Andrés, ¿qué estás haciendo? Los androides no pueden comer. —dice Loli, desconcertada.
—Quizás los demás no puedan. Pero yo, sí. Soy un androide de última generación, y mi… creadora es una gran científica.
—¡Pero Franky no puede! ¿No es peligroso para ustedes?
—Mira.

El androide come un trozo de su sándwich. Algo de humo sale de sus oídos.

— ¡Mírate! Sabía que fue peligroso… Uy, voy a llamar a Paul. A ver… —Loli toma su celular y teclea algo.
—Loli, suficiente. —Andrés quita el celular a Loli—. La comida que entra en mi sistema se convierte en humo. Es un proceso seguro.
—¿De verdad? Me gustaría que humo salga de mis oídos… Pero, hay algo que todavía no entiendo… —Loli se sienta al lado de Andrés—. ¿Porque comes? Y más importante… ¿Debería preparar una comida para mi celular y mi computadora también?

Andrés frunce el ceño.

—Loli, nosotros androides no necesitamos comer. Lo hago porque me gusta esta actividad. Mi hermana por ejemplo no come para nada, lo hace sentirse mal. —El androide mira a Loli—. Algo más, Loli… No nos compare con las machinas como celulares y computadoras. Somos muy distintos.
—Perdón, Andrés. —diga la humana poniendo su mano sobre la suya—. ¿Cuál es tu comida favorita entonces?
—¿Cómo así?
—Mmh… O sea como una comida que tú podrías comer cada día, ¿sabes?

Andrés abre una pantalla en su interfaz gráfica. Aquí ve a una lista de todas las comidas que él comió en toda su corta vida.

—Creo que a mí me encanta el pan. Sobre todo el ruido que hace. Pero las frutas jugosas son los peores. El otro día mordí en un pomelo y me arrepentí.
—A mí también! —se exclama Loli con alegría—. Puedo tomar jugo, pero odio las frutas. En realidad hay tantas cosas que no puedo comer… Pero mi papá siempre dice que yo no debería estar tan remilgada con la comida o algo así…

Loli suspira. Parece triste de repente. Eso, Andrés no lo entiende.

—Mmh. Si come algo raro, pudiera hacer daño a mi sistema. Ni Margarita ni Paul me obliga a comer cosas que no quiera. —Andrés para de hablar un momento—. Además, ahora que Paul está encargado de mi hermana y yo… No confió totalmente en este científico para arreglarme.
—¿Sabes qué, Andrés? De pronto vaya a decirles esto de ahora en adelante.
—¿A qué te refiere?
—Voy a empezar a decir a mis papás que algunas clases de comida me hacen daño a mi sistema. Aunque no tengo sistema cómo ustedes…
—Puedes decirles que va a lastimar a tu sistema digestivo.
—¡Tienes razón Andrés!

Loli abrázalo para agradecerlo. Andrés golpetea su espalda unas veces.


PAUL & SABRINA


—Paul, adónde vas? —pregunte Sabrina, o sea Sofía, mirando a su amigo que está al frente de la puerta.

Paul voltea a ver a la niñera falsa. Ella lleva un mandil verde por sobre la camisa, y hay un pañuelo en su cabeza. En la mano izquierda ella tiene un pañuelo similar, gris en vez de morado.

—Me voy para E.GG, no quiero demorarme. ¿Hay algo que quieres decirme, Sofi?
—No te vayas a ningún lado, Paul. Tú me metió en este problema, entonces tú me vas a ayudar.
—¿Eh? ¿Qué problema?

Sofía está tratando de calmarse. A veces Paul realmente tiene el don de exasperarla.

—Paul, nadie te obligó a decir a Margarita que estuviera en tu casa para limpiarla. Ayer me toqué de hacer todas las tareas domésticas por tu culpa. Entonces ahora vas a ayudarme. —Sofía va a su lado y le da el pañuelo y una esponja—. No saldrás de ahí antes de que el apartamento esté limpio.
—Pero Sofía…
—Pero nada Paul. Ayúdame, ya.

Sofía cierra la puerta con mucha fuerza. El ruido es tan fuerte que Paul casi grita.

Primero, se ocupan del baño y de las habitaciones. Se nota que ni Sofía ni Paul están cómodo con esas tareas. Elles se pasaron mucho de su vida encerados en algún laboratorio para hacer robots. No tuvieron tiempo para aprender cómo se limpia correctamente a un lavamanos, un tapete de baño, ni cómo cambiar las sábanas rápido.

Durante la primera mitad de hora de trabajo, los dos no charlan.

—Deberíamos acabar en una hora más o menos —dice Sofía, caminando para la cocina—. Me ocupa de planchar la ropa, y tú vas a pasar la aspiradora, ¿claro?

Paul gruñe. Va para la alacena que está en el corredor, y trata de sacar la aspiradora que está en el fondo. Cuando devuelve a la sala de estar, escucha a Sofía diciendo palabrotas.

—¿Qué te pasó? —dice Paul, dejando caer la aspiradora para ir al lado de su amiga.

Ahora que Paul está más cerca de Sofía, ve que su brazo derecho está dañando. Al lado Paul ve a lo que hizo esto: la plancha. La apaga rápido. Hay un roto de aproximadamente cinco centímetros en la biocarcasa que desarrolló Sofía. Los bordes parecen quemados.

—Uy, ¿te lastimaste la piel también? —la pregunta Paul, muy inquieto. Él mira al brazo y trata de tocarle con cuidado para estimar el daño—. ¿Como te sientes?
—No, solo quemé a la biocarcasa —responde Sofía. Ella parece más calmada ahora—. No te preocupes, no sentí ningún dolor.
—Claro que me preocupo. Me preocupo por ti. Vamos para mi laboratorio.

Sofía no dice nada más, y le sigue en su pieza secreta. Paul cierra la puerta.

—Debería tener aquí lo que necesitamos para arreglar el brazo. —dice Paul, buscando algunas herramientas y partes de metal en el mueble.
—Perdóname, Paul. Últimamente estoy muy distraída… No sabes cuánto todo lo que me está pasando me canse.
—Sí, lo noté. Lo que hizo Kassandra era muy feo.
—¿A qué te refiere? —le pide Sofía con sarcasmo —. Esa mujer puso la chip de la maldad a Franky, me está haciendo la vida imposible… Tengo que estar atenta a ella, y a la liga, y a los que están tratando de encontrarme también…

Paul se sienta al lado de Sofía. Él se pone las lentes de seguridad, y empieza a reparar el brazo. Él solamente está pensando en lo que él mismo hizo a Sofía hace algunos meses. Fue uno de los peores momentos de su vida. No le gusta que unas de las personas que estén causando daño a Sofía podría haber sido él.

—Somos juntes, Sofi. Nunca voy a permitir que Kassandra o que mi hermano nos hagan nada.
—Lo sé. —dice la científica. Ella se pone la cabeza en su hombro—. Pero lo peor de todo es que no puede estar con mi familia como Sofía. Es tan difícil arropar a mis niñas sin que ellas supieran nada.
—Me imagino que Winston está afectado también.
—Obviamente. Pero, ¿sabes qué? Él se cuide mucho de Clarita y Franky, me hace feliz. Aunque está haciendo esto solo, él sigue siendo fiel a sí mismo.
—No debí haber mencionado a él... —se queja Paul.

Sofía le da un pequeño codazo.

—Ya basta, vas a desconcentrarme. —dice Paul. Él empuja la cabeza de Sofía un poco para estar lo más cerca posible del brazo.
—Estás más rápido que lo que pensé, Paul.
—¿Y qué quieres decir con eso? —el científico la pregunta, ofendido.
—Nada de malo. No conoces a mi biocarcasa, no te dije nada sobre su funcionamiento, y aún así es casi reparada.

Paul se aclara la voz. Nunca le va a decir a nadie, pero lo que piensa Sofía sobre su trabajo es muy importante para él. A menudo siente que sea demasiado importante. Si ella no le da algún tipo de cumplido cuando él haga cualquier cosa, él no la terminará. Roby es la única excepción.

—Menos mal que ya sé cómo tú haces los inventos y biocarcasas de robots. Tienes una manera muy distinta de hacerlos.
—¿Y qué quieres decir con eso? —pregunta Sofía, imitando lo que él dijo antes.

Paul pone las herramientas en la mesa, y mira al brazo reparado. Más tarde le tendrá que traer a su pintura color piel que deje en E.GG.

—Nada Sofi, simplemente es que…

Se escucha el ruido de algunas llaves en la chapa. Paul se pone callado. Él toma la mano de Sofía, y pone la suya en la pantalla que detecte las huellas digitales para abrir la puerta.

—Al menos terminé con su brazo. —dice Paul —. Ojalá no fuera Margarita. No sé lo que podríamos decírsela.
—Solo tenemos que decírsela…

Ya que la puerta está abierta, Paul y Sofía ven que el salón y la cocina están completamente desordenados. Hay ropa limpia amontonarse en el sofá, el suelo está sucio, los trastes no están lavados, la aspiradora está en el suelo.

Sofía y Paul se miran a los ojos. Ojalá no fuera Margarita.


FRANKY & DOCE


Dulce siempre gane este juego en la red.

—Ganaste otra vez, Dulce… —se lamenta Franky, tocando sus lentes azules—. Siempre ganas.
—No es cierto. Ganaste hace una semana, jueves a las seis y catorce minutos
—Es verdad. Es un decir que aprendí de los humanos. No significa que tú ganes cada vez, pero que ganes en la mayoría de los casos.
—No entiendo nada de estos expresiones humanas. Me parecen mentiras.

Franky sabe que Dulce no quiere nada que ver con los humanos, por eso Franky trata de hablar de ellos lo menos posible.

—La próxima vez, yo te derrotará. —dice Franky para cambiar el tema.
—Si tú lo dices. Pero he jugado a este video juego con mi hermano desde que él salió del laboratorio. Tenemos el mismo nivel, aunque yo soy un poco mejor que él. Eso es un buen entreno, por eso no puedes ganar.

Franky inicia una nueva partida. Por lo general, una partida dura entre cinco y diez minutos. Pero esta vez, juegan durante quince minutos. Franky se defiende muy bien. Se nota que ella aprendió mucho de las últimas partidas.

Por una vez, al final Franky derrota a Dulce.

—¡Por fin! —exclama Franky con alegría. —Pero no fue fácil. ¿Quieres jugar otra vez?

Dulce no reacciona. Está cómo fija. Toma sus propias lentes, y las rotas con la mano. Los restos del dispositivo se caen en el suelo del sótano.

—Dulce, ¿que te pasa?
—Nada.

Dulce toma el morral al lado de la silla. Agarra una tablet de E.GG y la enciende. Mientras que ella está tecleando algo en la pantalla, Franky se acerca a ella.

—¿Qué haces?
—Estoy cambiando algunos de mis parámetros.

En la pantalla, Franky ve a varios iconos, cada uno con controles deslizantes. Ella reconoce la aplicación que Kassandra utilizó para controlarla sin permiso. Se estremecer.

Dulce apoya a un icono rojo, y baja su valor.

—No me gusté romper a las lentes. Bajé un poco mi nivel de competitividad.
—¿Por qué haces esto? Yo nunca hago algo así. Mi mamá se encarga de esto.
—Mi mamá nunca cambió mi sistema por sí misma.
—Había otras científicas?

Dulce se mofe del androide ingenuo. Están tan distintas.

—Lo intentaron por cierto. Pero soy mi propio androide. Tenía muchas maneras de hacer lo que quería cuando estaba con mi mamá.
—Es decir… ¿Te rebelaste?
—Sí. ¿Tú nunca quieres rebelarte contra tu mamá?
—No, mi mamá siempre hace lo mejor para mí.

Silencio. El androide del cabello rojo sopla.

—Mis hermanes y yo no teníamos tanta suerte. Al menos gracias a eso, descubre que me encantara cambiar mi personalidad cuando lo quería.—Dulce devuelve la tablet en el morral—. A Trece no le importa. Me parece que él quiera tener un corazón cómo tú.
—Estoy segura de que Paul podrá encontrar uno para Trece. —Franky le da una sonrisa a Dulce—. ¿Sabes, Dulce? Cómo dice por ahí, entre gustos no hay disgustos. O sea, soy feliz que tú haces algo que te conviene mejor.
—Franky, no entiendo lo que me dices el 63,42% del tiempo. —dice Dulce sin emoción particular—. ¿Quisieras jugar al video juego mañana? Voy a arreglarle esta noche.
—¡Vale!

Franky abrázala para agradecerlo. Dulce golpetea su espalda unas veces.


KASSANDRA & INÉS


Inés siempre se levante temprano, a veces antes del amanecer. Los fines de semana, ella no ve mucho a su hija Sofía porque ella se despierte a las once. Sin embargo, este domingo, Inés descubre que alguien encendió la luz en la cocina.

—¿Fifi, eres tú?

Inés empuja la puerta, y descubre quién está ahí.

—¡Hola Inesita! —le dice Kassandra, apartando los ojos del montón de hojas delante de ella—. ¿Dormiste bien?
—Sí, gracias. ¿Y tu qué haces aquí tan temprano?

Kassandra trata de responder, pero Inés no la deja. Ha visto que no hay ningún vajilla ni comida en la mesa.

—No me digas que no desayunaste. Estás en tu casa, toma lo que quieres.
—Gracias, pero yo nunca desayuno.

Inés finge no escucharla y abre una alacena.

—¿No me digas que estás haciendo tus tareas a esa hora?
—Sí, exactamente. No sé porque pero resulta que soy mucho más productiva en la mañana.
—Seguramente esto explica por qué tú eres la primera en tu clase.
—Muy amable, pero Sofía es la primera en nuestra clase. —dice Kassandra, mirando para otro lado—. Estoy feliz de haberla conocida, tenemos tantas ideas juntas.

La madre de Sofía empieza a cortar una fruta. Mira las hojas de Kassandra y trata de entender lo que es escrito. Hay fórmulas matemáticas en casi todas partes, diagramas y esquemas que no tiene ningún sentido para ella. Sin embargo, aunque no entiende mucho lo que dice Kassandra, le cae bien a Inés.

—Yo también, Kassandra. Gracias a mi Fifi, puedo conocerte. —dice cuando le da un plato de frutas cortadas—. De todas las personas cercanas a mi hija, tú eres mi preferida.

Kassandra sonríe.

—Gracias Inesita. Soy muy cómoda aquí.
—Entonces, deberías venir más a menudo.
—Estaba previsto. Tenemos proyectos con Sofía, además de las tareas de la universidad.
—¿Ya están pensando en estas cosas? Ustedes están tan jóvenes, tienen mucho tiempo para planificar su futuro… A mí me...
—No, no. —interrumpe Kassandra. Las palabras de Inés hacerla ruborizar—. Estaba hablando de planes sobre androides. Hace mucho tiempo tengo ideas y ahora ya sé que puedo hacerles con ella.
—De este tema de robots no sé nada. —confesa Inés—. Pero ya sé que lo suyo va a durar, entonces no deberían apurarse tanto. Aconsejo ustedes dos a focalizarse en los estudios por ahora. Después tendrán bastante tiempo para hacer estos… proyectos de robots. ¿No te parece?

Kassandra asiente con la cabeza. Ella quisiera creerla, pero sabe que las relaciones humanas son difíciles y complicadas. ¿Quién sabe? Ahora están enamoradas, pero en diez, veinte años… Sofía podría cambiar.

También Kassandra podrá cambiar.


ROBY & MOSQUITA


Roby jala un libro de la biblioteca. El mueble se desliza hacia la derecha y revela al laboratorio secreto de su papá.

Paul le dio una misión, y a Roby le gustan las misiones. Le encanta ser útil, y por eso está muy concentrado. Tiene que encontrar a algún plan que Paul dejó aquí en vez de traerlo a E.GG esta mañana. Roby debe tomar una foto del plan y mandarlo a su papá por correó electrónico. El androide sabe que el plan es azul, y que Paul le ha titulado "Plan de drones".

Roby hace un análisis de la estantería para encontrar a todos los objetos azules. Le informa su sistema que hay adentro cinco objetos azules. Roby toma todos los objetos, y les trae para la mesa blanca en el medio del laboratorio.

—¡Ah!

Los objetos se caen en el suelo. Menos mal que Roby está solo. Si Paul estuviera aquí, le regañaría. Le regañaría mucho. El androide encuentra al plan en el suelo. Por lo menos, él consigue hacer su misión. Toma la foto, y devuelve los objetos dentro de la estantería.

***

Paul ha puesto Roby a cargar hace un par de minutos, y se fue para dormir. Como cada noche, al androide le gusta chatear con Franky antes de ponerse en modo de espera. Ella cuenta todas las mentiras que haya dicho Clara en el día de hoy. También Franky habla de su castigo, porque sus papás no ven con buenos ojos a ese tipo de comportamiento.

Roby quiere decirle a su mejor amiga que no entiende como los humanos pueden mentir cuando él no lo puede. Un mensaje extraño llama su atención. Lo lee, e informa a su amiga que él debe parar el llamado.

Roby vuelve a leer al mensaje :

"¡Buenas, hermanito!
No sé dónde estoy. Me levanté hace una hora y tenía ganas de descubrir la casa de papá y tú. ¡Ahora hay tan poca luz que no puedo ver nada! Y además me he atascado en alguna parte.
Ayúdame, porfi.
— La mosca Mejía
P.D. No digas nada a papá, tengo miedo de lo que puede decirme. No quiero estar castigada."

Roby verifica si la batería está bastante cargada. Hoy no usa mucha de su energía, entonces ya está al 23%. Cree que es suficiente para ayudar a su hermanita.

Roby la envía una respuesta:
"¡Hola hermanita! No te preocupes, voy a encontrarte. ¿Podrías describirme que ves?"

El androide se va de su habitación con cuidado. Está tratando de no hacer ruido.

"Roby, recuérdate que no veo nada."
"Ah sí, claro. Pues entonces, ¿puedes decirme si todavía estás en la casa?"
"Sí, no me fui de la casa. Solamente quería ver donde ustedes viven."
"¿Por qué será?"
"No vi nada de esta casa nueva. Papá no me deje salir mucho. Conozco a la casa de la abuela, pero no a esta. Búscame en el salón. Es el último lugar que visité."

Roby anda para el salón. Acerca de la mano del suiche, pero no le oprime. A lo mejor la luz despertará a Paul. Se le ocurre que tiene linternas en sus ojos, pero recuerda también que ellas son muy potentes.

Parece que él consiga a encender solamente a una de sus linternas. En realidad, pone la mano enfrente del ojo izquierdo.

—A ver, hermanita. Dígame cuando veas algo. —dice Roby en voz baja.

El androide ilumina varios lugares, esperando un mensaje de su hermana.

"¡Para!"

Roby se queda inmóvil.

"No, ahora no veo nada. Ilumina el último lugar, porfa."

Roby asiente y luego ejecuta la orden.

"¡Perfecto, gracias! No te mueves."

—¿Dónde te metiste, mosquita? —la pregunta Roby—. Dado que estoy iluminando al sofá, me imagino que tú…

De repente, Roby escucha a un pequeño zumbido. Él se acerque al ruido, y ve que los cojines del sofá mueven. Con cuidado, les aparta. La mosca vuela arriba a toda velocidad. Vuela, vuela… Vuela tan rápido que choca contra el techo.

"¡Ay!"

—¡No! —chilla Roby. Se pone la mano enfrente a la boca. Ojalá no haya hecho demasiado ruido—. ¿Estás bien hermanita?

"Es una broma, Roby. Soy igual a ti, ¡no siento dolor!"

—Ah, claro que sí. Se me olvidé.

Roby apaga sus linternas para poner las manos enfrente de sí mismo. La mosca se posa en sus palmas.

—¿El golpe no te hizo daño?

"No puedo hacer un análisis sin ayuda. Conéctate a mí, y hazlo porfa."

—OK, lo hago. —dice Roby, conectándose con la mosca—. Mmh, eres tan pequeña que el análisis ya está terminada. Y resulta que tu sistema funciona al cien.

"¡Hey! Eso no se dice."

—Pero es la verdad, tú eres una pequeña mosquita. Te envidio, yo también quisiera volar y hacer los misiones de espía que haces.

"Je je. Me gustaría que nosotros formemos un dúo de espías."

Sintiéndose cómo feliz, Roby oscila de un lado a otro y asiente. De pronto para, porque se le ocurre algo.

—No creo que a Papá le gustaría eso.

"Yo tampoco. ¿Sabes qué, Roby? Hoy me divierte mucho contigo. ¡Nunca había jugado a las escondidas! ¿Podríamos jugar juntos otra vez?"

—¡Sí! Franky me contó todas las cosas que hicieran su hermanita y ella. No sabía que fuera tan divertido. Juguemos juntos otra vez.

La mosca Mejía vuela a su alrededor con alegría. Se frota contra su mejilla y se va para la biblioteca. Roby la sigue, y jala el libro que permite abrir la puerta secreta.

Justo antes de dormir, Roby cuenta todo lo que pasó a su amiga Franky. Y por primera vez, esta noche se pone en modo de espera con una gran sonrisa.


WILSON & TAMARA


—¡Hola Wilson! —exclama Tamara, entrando en el apartamento de las Andrade.
—Buenas, Tamara. ¿Qué haces aquí?

La chica se sienta en una silla del salón. Wilson la sigue y trata de parecer cordial. A él esa señorita no le cae bien. Ella siempre está tramando algo y siempre habla de desenmascarar a su hija Franky. Wilson ya debe prestar atención a Kassandra y a la liga anti—robots. No quiere añadir Tamara a su lista de enemigos.

—Mmh, es que… Quiero hacer algo para celebrar el regreso de Sofía.
—Sofía no me dijo nada. Todavía no sé cuándo va a regresar.
—Por supuesto, pero va a regresar algún día. Quiero estar lista. ¿Vas a ayudarme?

Wilson sopla. Él no entiende desde cuando Tamara se preocupa tanto por su esposa Sofía. Wilson piensa que si él respondiera a todas sus preguntas, ella se irá más temprano.

Wilson se sienta también.

—Te escucho.
—A ver… —Tamara toma una libreta y un lápiz—. Voy a hacer preguntas para saber que le gusta a Sofía. De esa manera podría hacerle un regalo perfecto para su regreso.
—Dígame.
—Bueno, ¿quién es el escritor favorito de Sofía?
—Podrías saberlo.
—¿Supongo que eres tú?
—Por supuesto. Sofía ha leído todos mis libros.
—Perfecto. —Tamara lo escribe en su libreta—. ¿Cómo se llamaba su mejor amiga del colegio?
—Mmh, déjame pensar. La conocí en la universidad, pero cuando nos encontraremos, ella era amiga con una… Francisca. Sí, ella fue su mejor amiga del colegio. Se llamaba Francisca.
—¿Y cómo se llamaba su primera mascota?
—No tengo tan buena memoria… Creo que su primera mascota fue una tortuga. Lo recuerdo porque un amigo mío también tenía uno cuando éramos pequeños. Cómo se llamaba… Algo como "Chlochita".
—OK… ¿Y su deporte favorito en la universidad?
—Aunque no lo creas, a Sofía le encanta el rugby.
—Claro, claro…

La hoja de Tamara ahora está llena de palabras.

—Tengo una última pregunta. ¿Cuál era el nombre de su peluche favorito?
—Su peluche favorito no tiene nombre. Sofía lo llama de otra manera cada día.

Tamara cierra su libreta.

—¡Perfecto! Muchas gracias, Wilson. Esto va a ser muy útil.

La chica se levanta. Se ve muy alegre por alguna razón. Wilson la acompaña a la puerta. Antes que salgas Tamara, él le da golpecitos sobre su hombro.

—Tamara, antes de que te vayas… —dice Wilson firmemente—. Déjame decirte algo. No sé nada de computadoras ni celulares. Sin mi esposa, no sé enviar un correo electrónico.
—OK…
—Ahora bien, a pesar de todo yo sé reconocer preguntas de seguridad.

Tamara se queda inmóvil, y deja de sonreír.

—Di a Kassandra que de ahora en adelante, Sabrina es la que se encarga de Franky. Si Sofía no le da a Kassandra la contraseña del sistema de Franky, entonces significa que Sofía no quiere que ella cambia nada.
—Entonces, las respuestas que me diste…

Wilson gira sus ojos y suspira.

—Tamara, ojalá algún día te darás cuenta de que tú estás equivocada. Deberías olvidar todo esto que estás haciendo. Deja a mi hija Franky en paz. ¿Sabes qué? Deberías encontrar tu paz interior.

La chica no responde nada. Solamente cierra la puerta con cólera.


CLARA & DÓMINUS


Dóminus mira una mapa detallada de toda la ciudad. Está dibujando un itinerario muy complejo con varios colores. Como el mejor androide de su generación, lo hace con bastante rapidez. Aun así, la tarea le parece difícil. Él hubiera preferido pasar la tarde haciendo algo diferente.

De repente, algo cubre sus ojos.

—¿Quién es? —grita el androide, tomando una posición de combate—. ¡Suéltame ya o le va a doler!
—Cálmate hermanito, soy yo. —ríe Clara—. ¿Todavía ni mamá ni Paul arreglaron esto?
—Hola Clara. —saluda Dóminus—. Paul debiera hacerlo, pero no lo hizo.
—Lo veo. Quizá mamá deba encargarse de esas cosas en vez de confiar en Paul.
—¿Qué dices?
—Nada, nada.

Dóminus vuelve a trabajar en el mapa. Entretanto, Clara toma las galletas de nueces que haya traído. Ofrece una a su hermano.

—Gracias, Clara. ¿Te recordaste que esas son mis favoritas?

—Obviamente, soy la mejor hermana de androide que existe. Además, fueron mis favoritas también cuando era pequeña.

Clara se acerca a Dóminus, mirando el mapa.

—¿Qué estás haciendo, igual?
—Ayer, dirigí una conferencia sobre las relaciones entre los androides y los humanos. Al final de la reunión, una científica de otro país me pidió de presentarle toda la ciudad. También su hije androide quería descubrir una nueva ciudad, y cómo los humanos viven adentro. La idea interesó mucho más personas, entonces ahora estoy preparando un itinerario para un grupo de quince personas.

Clara trata de darle sentido al mapa enfrente a ella. Hay líneas de colores en todas las vías y las calles. Se da cuenta de algo.

—¿Dijiste "toda la ciudad"?
—Sí, toda la ciudad. Es por eso que estoy optimizando un itinerario. No es tan fácil, pero para un androide como yo, esto es factible.
—Mmh mmh.

Para Clara existen dos posibilidades. O ella le explica al androide que "toda la ciudad" fuera una manera de hablar, o ella aprovecha esta oportunidad para divertirse un poco.

—Se me ocurre algo, Dóminus. Veo que tu planificó el itinerario perfecto. ¿Pero no crees que las casas y las tiendas son partes de la ciudad también? —dice Clara, decidiendo obviamente de divertirse.
—Tienes razón. Voy a añadir cada casa y tienda que hay en la ciudad. Gracias, hermanita.
—Es un placer. —Clara mira la pantalla de su celular—. Uy, tengo que irme. Tú sabes que mis perritos no le gusta que mamá se fuera por tanto tiempo.

Clara da un abrazo y un beso a su hermano menor, y le promete a volverlo a ver muy pronto.

—Espera, Clara. ¿La próxima vez podría ayudarme una vez más? Quisiera probar mi itinerario con una humana porque no conozco cuanto resistencia ustedes tienen. Si mis cálculos fueron correctos y que camina a cinco kilómetros por hora, se tardaría tres semanas más o menos.

Clara se atraganta con una galleta. Odia cuando sus chistes se vuelven contra ella.


SOFÍA & BRIGITTE


El proyecto FR4NK13 está prácticamente terminado. En dentro de unos meses, la hija de Sofía podrá salir de su huevo e integrar a la familia Andrade. Aunque Clara no lo quería, toda la familia debe pasarse de casa. Sofía no quiere explicar de dónde sacó esta nueva hija, y de todas formas Charlie les obligó a irse.

Pues, al menos el jefe de Sofía propuso una solución. E.GG entreprise puede darles un alojamiento cerca del laboratorio. El único problema es que Sofía no sabe nada del barrio. Es por eso que ella decidió llamar a Paul, porque su amigo se mudó en algún de aquellos alojamientos hace un par de días.

Su compañero no responde. Sofía sabe que ahora él está para la casa de su madre, entonces ella trata de llamarla.

—¿Aló? ¿Quién es?
—Buenas tardes Brigitte, soy Sofía. Quisiera hablar con Paul, ¿está aquí?

Sofía escucha a un bip. Maldita Brigitte, siempre con sus chiquilladas. Sofía la llama otra vez.

—Aló Brigitte, se cortó la llamada.
—¿Ah sí? Sabes que la señal no es tan buena en mi hogar.

Sofía trata de contener su irritación.

—Sí, le noté. ¿Paul está aquí?
—¿Qué quieres decirle?
—Llámalo, por favor. Hablaré con él.
—Mmh. De todas formas no puede ponerse ahora.

Sofía sabe mucho sobre las mentiras de Brigitte. La mayoría de las veces cualquier cosa que dice es una manera de decir otra cosa. Sofía nunca podrá hablar con Paul (que esté en la casa de Brigitte sin duda alguna) si ella no le dice por qué ha llamado.

—Quiero hablar con él de nuestra mudanza. No sé nada del barrio de los alojamientos de E.GG, entonces Paul puede contarme como son.
—¡No me digas que ustedes van a mudar en el edificio de Paul!
—Es una posibilidad.
—¡Obviamente! —replica Brigitte—. No crees que no sepa que estás haciendo.
—Pues, dígame.
—Estás tratando de arruinarle. Esto no va a pasar, no señora.

Sofía piensa en cortar la comunicación por sí mismo. Hablar con ella es tan agotador.

—Brigitte por favor, yo sé que Paul está aquí. Ponerme con él.
—Tú no sabes nada de Paul. Es por tu culpa que está así.
—¿Cómo así?
—Vaya, ya te gustaría saberlo.

Como siempre, las palabras de esa mujer no tienen ningún sentido.

—Paul no quiere hablar contigo. Me lo dijo ahora mismo. Así que, te las arregla sola.
—¿Paul no quiere hablar conmigo? ¡Qué tal! Brigitte, no mientas por favor.
—Pues, dígame por qué estás llamando a mí en vez de él.

En eso, Brigitte tiene toda la razón. Hace meses que Sofía ha sentido que Paul haya estado cada vez más alejando a ella. Ella ha preferido ignorar esta corazonada, pero ahora este pensamiento partírselo el corazón.

—Tus chanchullos se parará ahora mismo. —afirma Brigitte—. No van a mudarse en el barrio de mi P…

Sofía cuelga. Brigitte no sabe de que está hablando. Paul y ella son amigos. Han sido amigos durante veinte años. Sofía confía en él, y él confía en ella. No va a dejar Brigitte le enverará la mente.

La científica llama a Charlie. Los Andrade van a mudarse al edificio de Paul.


SEGUNDO & MARGARITA


Segundo pone nueve platos en las mesas. Tendrá tantas personas esta noche que Margarita y él haya debido poner tres mesas en el salón.

Roby y Doce vuelven en dos horas de su viaje en todo el mundo. Para celebrarlo, Margarita ha invitado a Segundo y a su madre Azucena. Por supuesto el cuñado de Margarita ofreció su ayuda. Ella deja el Cyber a Delfina y Christian, y les van a cerrarlo más temprano hoy.

—¡No veo la hora de volver a ver a Roby! —se exclama Segundo—. Me gustaría decir lo mismo para Dulce pero no la conozco tanto.
—Pues, ademas todos sabemos que Roby siempre será tu favorito, Segundo.
—Tienes razón. —el profesor ríe—. Por cierto, le traigo un regalo.
—¿Verdad? No tuviste que traerlo nada. ¿Qué es?

Segundo la muestra un pequeño paquete.

—No sé exactamente que es, pero es algo que compré en una tienda de informática.
—¿No sabes qué es?
—No tengo la menor idea. A mí no me gustan los robots.
—Sí lo sé, pero… —dice Margarita, apenada—. No creo que a Roby le vas a gustar tanto.
—¿Por qué?

Margarita siempre trata de ser honesta y franca. Ella sabe también que ella y Segundo se llevan bien. Nada de lo que ella puede decir cambiará esto.

—Segundo, ¿cómo decirlo?… —comienza Margarita con una sonrisa—. Un regalo como esto es como ofrecer a alguien un cepillo de dientes. Es muy útil pero no es un regalo de verdad. Aunque me parece práctico. Bueno, yo tampoco sé nada de los robots.

Margarita pone algunos vasos en las mesas.

—Ademas si tú no sabes que es lo que le regale, es como raro, ¿no?
—Oh… —dice Segundo, tenedores en la mano—. No lo pensé de esa manera. Soy un pésimo tío.
—No digas eso. Tú eres un muy buen tío. Es evidente que tú quieres a Roby y que eres importante para él.

Segundo mira el reloj.

—No tengo bastante tiempo para ayudarte y también para encontrar a un mejor regalo.
—Tengo una idea. Esta noche, vas a sentarte justo al lado de Roby, y van a hablar juntos. Roby te dirá todo lo que le gusta, sus pasiones, las nuevas cosas que descubrió en su viaje… Y después, volverás en una tienda para comprarlo el regalo perfecto. ¡También podrías llevar a Roby contigo!
—Estoy muy agradecido de tenerte, Margarita. —dice Segundo—. Tú siempre solucionas todo.
—A ti también, Segundo. Pero, por lo de las soluciones… No tengo idea de donde Paul podría sentarse. Creo que ustedes dos van a estar al lado.
—No te preocupes. Esto nadie lo pueda solucionar.

Margarita enrolla sus ojos alegremente. Encontrarse a Paul y a su familia la puso en tantas situaciones extrañas. Pero realmente no importa cuánta extraña es su familia, Margarita no lo cambiaría por nada del mundo.


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